Ese guiño dio ánimos a Alvin para hacer una pregunta que
normalmente jamás habría expresado en voz alta. Se acercó a Mesura para que sus
palabras no fueran escuchadas por los demás. Mesura comprendió la intención del
niño y se agachó a un lado de la carreta para poder oírlo.
- Mesura... si Mamá cree en Dios y Papá no, ¿cómo sé cual
tiene razón?
- Creo que Papá cree en Dios- dijo Mesura.
- Pero ¿y si no? Eso es lo que me pregunto. ¿Qué debo hacer
cuando Mamá dice una cosa y Papá dice otra?
Mesura comenzó a dar una respuesta para salir del paso, pero
se detuvo. Alvin vio en su rostro que había resuelto hablar en serio. Algo
verdadero, en lugar de algo fácil.
- Al, debo decírtelo: ojalá lo supiera. A veces me imagino
que nadie sabe nada.
- Papá dice que uno sabe lo que ve con los ojos. Mamá dice
que uno sabe lo que siente con el corazón.
- ¿Y tú? ¿Qué dices?
- ¿Cómo saberlo? Sólo tengo seis años...
- Yo tengo veintidós, Alvin. Soy un hombre y sigo sin
saberlo. Me figuro que ni Ma ni Pa lo saben tampoco.
- Bueno, pero si no lo saben, ¿por qué se enfadan tanto
entonces?
- Ah... eso es lo que significa estar casado. Uno pelea
continuamente, pero nunca por lo que uno cree estar peleando.
- ¿Y entonces por qué pelean en realidad?
Esta vez, Alvin vio exactamente lo opuesto. Mesura pensó en
decirle la verdad, pero cambió de idea. Se levantó cuan largo era y acarició el
cabello de Alvin. Para el niño, eso era una señal segura de que algún mayor le
diría una mentira, como siempre hacen con los pequeños, como si los niños no
merecieran saber la verdad.
- Pues bien, calculo que pelean para escucharse hablar.
La mayoría de las veces Alvin escuchaba las mentiras de los
mayores y no decía nada al respecto. Pero esta vez se trataba de mesura, y no
le agradaba que Mesura en particular le mintiera.
- ¿Cuántos años tendré que tener para que me digas la
verdad?
Los ojos de Mesura se encendieron de ira durante un
instante. A nadie le agrada que le llamen mentiroso. Pero luego sonrió, con
mirada penetrante y comprensiva.
- Te la diré cuando tengas edad suficiente para adivinarla
por ti mismo- repuso-, pero cuando seas joven todavía, de forma que pueda
servirte de algo.
-¿ Y eso cuando será?-exigió Alvin-. Quiero que me digas la
verdad ahora, siempre.
Mesura se acuclilló nuevamente.
- No siempre puedo hacerlo, Al, porque a veces podría
dolerte. A veces tendría que explicarte cosas que no sé cómo explicar. A veces
hay cosas que se saben a fuerza de vivir el tiempo suficiente...
Alvin se enfureció y no se molestó en ocultarlo.
- No te enfades conmigo, hermanito. No puedo decirte cosas
porque yo mismo no las sé, y eso no es mentir. Pero puedes estar seguro de
esto. Si puedo decirte algo, lo haré, y si no puedo, te lo diré, y no fingiré
delante de ti.
Eso era lo más justo que un mayor le hubiese dicho jamás, e
hizo brillar la mirada de Alvin.
Extracto de Alvin Maker I: El Séptimo Hijo