Hay días que parecen como otro cualquiera. Te levantas con el tiempo justo, dejas sonar un par de veces el despertador del móvil... aunque esta mañana no he decidido caldear un poco la habitación con el calefactor antes de vestirme.
Voy a clase por el camino de siempre, hecho por las calles de siempre, llego más o menos a la misma hora de siempre... Doy dos clases: con una me agobio, con otra me siento bien, aunque un poco avergonzada por la educación que estoy recibiendo en contra con la que podría haber recibido en otro lugar (ya hubiere sido en otro país o en otra facultad).
Vuelvo a casa, un comentario desafortunado por el camino. Entro en el cuarto de baño para ducharme. Veo que una araña que llevo viendo varios días en ese mismo cuarto (me divierte descubrir donde la encuentro cada día) sale disparada hasta que la pierdo de vista cuando se mete bajo el mueble-lavabo. Me agacho para ver si hay suciedad bajo el mueble y sólo me encuentro a la araña y un poco de polvo donde no puede llegar el cepillo.
Una noticia en televisión con la que me encuentro dolorosamente identificada. A raíz de ello ocurre uno de los mismos problemas de siempre en mi casa.
Decido ver una serie para despejar la cabeza y no pensar antes de estudiar. El capítulo es medio bueno, seguramente si no hubiera sido el último de la temporada hubiera seguido viendo la televisión hasta haber caído rendida de sueño para no pensar; pero no había más.
Sé que mañana será un día nuevo, pero hoy todavía es hoy. Hoy me siento mal. Pero sobreviviré. Ya que me concentre es una cosa bien distinta.