1.
Calle Elvira. Se oye el murmullo de múltiples personas que van hacia Plaza Nueva, el Paseo de los tristes, las callejuelas peatonales del centro para ver alguna procesión... Estamos en el cruce de esta calle con la "calle de las teterías" donde hay una librería religiosa que también vende libros de divulgación científica de psicología y un turco donde más adelante pruebo el falafel por primera vez. En el suelo hay una berenjena aplastada, con todas las vísceras verdes y marrones esparcidas por el suelo. Al principio uno se confunde con una defecación algo rica en fibra, pero al ver el color morado de la cáscara se ve que indudablemente es una berenjena. Nos dirigimos a recoger a una amiga a la que el autobús dejará cerca de los italianos (se dice que la mejor heladería de Granada) en Gran Vía, desde la que se oyen silbidos y canciones obscenas de un grupo de trabajadores en manifestación.
"Te va a votaaar te va a votaaaar te va a votar tu puta maaaaadre"--> ejemplo de canción
- ARGHHHHHH AHHH- una mujer francesa grita mientras se desliza un poco por la calle empedrada al tropezar con el escremento-berenjena.
-Cést la vie -le comenta su compañera
2.
Parece que la amiga de mi amigo se va a retrasar, los autobuses no pueden subir a gran vía por la manifestación. Nos tomamos un helado en un portal. Volvemos a subir a la calle de las teterías para pasear un poco y ojear de refilón algunos objetos hippies. Nos paramos en un recoveco, mi amigo motrileño me está contando algo especialmente importante y quiero centrar toda mi atención en ello. Mientras, una abuela gitana, sube la calle con esfuerzo agarrada a un bastón.
La historia que me cuenta pasa de gris a negruzco y nos damos un gran abrazo cargado de amistad, comprensión, apoyo y cariño.
- Aaaaaay- dice una voz ronca de mujer- ¡jaaaaaay! ¡Hay que quererse!
3.
Volvemos a gran vía a esperar. Hay un hippie paseando un perro mediano-grande con una correa y un cachorrillo que le sigue. El cachorrillo pega un salto grande y se queda encajado entre los setos que rodean un árbol. El perrito feliz, o con esa cara risueña con la lengua fuera que nosotros imaginamos que es feliz (váyase usted a saber cómo es en realidad), mueve las patas en un balanceo cómico, pero sigue encajado. No ladra, no se zarandea con violencia, parece disfrutar del vaivén de subir y bajar las patitas.
El dueño hippie se da cuenta de que le falta un cánido y no tarda en encontrarlo. Se acerca al perrito perdido en el seto y se arrodilla junto a él.
- ¿Qué haces ahí tío? -dice con voz como dejada. Y se espera riendo hasta que el perrito decide salir por fin del seto.
4.
Ya es mediodía. Hace calor. Estamos sentadas en un escalón ancho a la sombra de un edificio, esperando a que el motrileño saque dinero charlando despreocupadamente y mirando a las personas que andan en ambas direcciones por delante de nosotras. Entre la gente que pasa en ese momento hay una mujer en silla de ruedas paseando con un familiar o un amigo; y debajo de la silla de ruedas hay un perrito negro con algunas manchas blancas, que camina perfectamente acompasado a la velocidad de la silla que lleva sobre su cabeza para resguardarse del sol.
"Te de Granada" by akenoomokoto |
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