domingo, 30 de octubre de 2016

Realidad

“ Nos adaptamos a nuestras circunstancias. El tiempo que pasamos juntos fue especial y ahora volvemos a la realidad”

Eso dijo él. Quizás en un intento de hacerla bajar de las nubes.
Aunque ella no estaba segura de querer bajarse de allí, siempre se había encontrado cómoda en los sitios altos. Desde ahí se descubren nuevas perspectivas, se ve el grueso del paisaje al completo, y se difuminan los detalles pequeños que no forman parte del conjunto. A la vez, extrañamente, que ciertas partes minúsculas se suman para dar riqueza y matices a la visión.

Y allí se encontraba. Sentada en la cima del rascacielos. Sufriendo y amando el momento al mismo tiempo.

Los fuertes vientos amenazaban su equilibrio, y la distancia a la que quedaba el suelo no era nada despreciable. Pero ese frío en las mejillas, era al mismo tiempo clarificador y agradable. También estaba la satisfacción de lo complicado de llegar hasta allí.

Lo real es lo que se vive desde abajo, en la ciudad, donde está todo el mundo. Caminar hacia el trabajo. Pagar las facturas. 4 semanas de vacaciones al año. Esperar a que el semáforo se ponga en verde. Ver la televisión. Quejarse de la situación política. Respirar contaminación. Estar con los colegas en el bar mientras tu cabeza está en otro sitio...

¡ Y una mierda!

Lo real es donde está tu alma. Lo real es la locura de vivir al máximo y darle esquinazo a las rutinas, a lo que se supone que debes ser y hacer, ese molde en el que se debe encajar. Lo real es la locura de redibujar tu camino y no tener miedo a desviarse. A lo mejor el desvío es mejor que el trayecto diseñado en un principio. Lo real es ser uno mismo, sobre todo si tienes la suerte de saber quien eres. Lo real era sostener su mirada...


“Creo que me quedaré aquí durante un tiempo”. Se dijo entonces, a sí misma, mientras se percataba de que las escenas que compartió con él eran una de las cosas más reales que había vivido nunca.  

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