lunes, 27 de febrero de 2017

Taza de té caliente entre las manos



Taza de té caliente entre las manos. Agradable calor que calienta las palmas heladas. Manta sobre las piernas. Música agradable salida de una película de esas que generan recuerdos que bien podrían haber sido vividos en carnes propias. Ventana empañada, debido al contraste del calor de la habitación con el gélido aire exterior.

Pensamientos que vuelan…

Saboreaba el tiempo que le quedaba en aquel lugar, que no era demasiado. No era una mala vida.

Gente por doquier. Y no colegas de conversación superficial. Amigos con los que conectas de centro a centro. De corazón a corazón. Aunque con pequeños trozos de alma diferentes. Amigos que te abrazan y te traen de vuelta, que te hablan y te hacen viajar, que te sonríen y te hacen sentir afortunada.

Un trabajo muy estresante. Nunca había tiempo para terminar todo, o llevar las cosas al día de manera clara, limpia, en primera línea, tranquila. Pero una faena con vida, propósito, función y frutos, pese a la preocupación por no cumplir con la tarea a la altura de los niveles deseados.

Un enclave precioso. Una comarca sin delincuencia, sin falta de empleo y por tanto de jornal. En la que chicas jóvenes pasean por lugares oscuros a altas horas de la mañana sin peligro. Con curiosas portadas de periódico como “borracho pelea con lo que él cree hombre invisible”. Un lugar lleno de acantilados, calas vírgenes, pequeños bosques inesperados, puertecitas de gnomos en bases de árboles, gigantescos escualos vegetarianos y lugareños amables y plácidos.

Ya sólo le quedaba una semana para liberarse de la fuente de angustia, y unos pocos días más para despedirse del lugar.



¿Qué vendría después? Los vientos de cambio soplaban de nuevo...

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